Necesito encontrarte,
a ti, que apenas me conoces;
dirigirte mi anónimo mensaje
al sitio exacto
en que tu oído se despierta
al quehacer cotidiano;
escribirte
a cualquier dirección
donde tu prisa un instante repose
y descubras de pronto
el vuelo de las golondrinas
rumbo al estadio de la primavera.
en noches como ésta,
el alma se rebela, se escapa,
quiere alcanzar un sueño
su frágil, leve sueño
y entonces. . . ¡qué solos nos quedamos!,
y ya no es posible estarnos quietos,
agónicos, callados,
con el peso de toda la ternura
llenándonos los poros, la soledad, la muerte.
Y es por eso que uno quisiera gritar
y salir a las calles
y contarle a la gente
eso que nos florece solitario,
nos anega por dentro y se derrama
en las horas vacías
sin un vaso cordial que lo contenga.
Y de todos los rostros retenemos
el rastro más sensible,
y de todas las manos percibimos
el calor más fecundo.
Luego la imagen define su contorno,
perfecciona su esencia
en el molde soñado de la imposible búsqueda.
Es como una compuerta que se abre de repente,
nos precipita de golpe hacia la vida
y surge la increíble
capacidad de amar todo lo creado:
lo que empieza a latir
y lo que está muriendo poco a poco.
Sí; verdaderamente te amo,
a ti, que eres la síntesis
de las briznas que la emoción convoca;
a ti te escribo,
a ti, que eres el aliciente
de la absurda embriaguez de mi poesía.
No importa que esta carta de amor
se desintegre,
que no llegue jamás a tu ribera,
que vivas muchos años
sin saber que una magia inesperada,
me hizo vibrar con tu presencia efímera,
con tu estela de sueño inexistente.
En verdad, no te amo.
Pero un aire de ti, llegó a mis hombros
con tempestad de espinas,
desgajó la epidermis y los huesos
y surgió de la herida inevitable
el secreto caudal aprisionado,
que a la orilla del mundo se desborda,
lo inunda, lo avasalla
y aparece total, maravilloso
al estreno nupcial de mi sorpresa.
Amo entonces el canto, el dolor, la violencia,
la lucha, la esperanza;
amo la vida con su muerte a cuestas,
amo la muerte con su lirio triste.
Pero ya no te escribo.
Se disuelven de pronto las palabras
en la luz que me habita.
Eres sólo el pretexto
que dio a mi corazón su fuego antiguo,
y de nuevo en la noche de mi angustia
tiembla como una estrella la poesía.
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